Lo más habitual es que nuestra afectividad se incremente, que nuestros canales se abran aún más y que, lo expresemos más o menos según nuestra personalidad, estemos más sensibles, más vulnerables, más receptivas a sentimientos y vibraciones afectivas propias y de quienes nos rodean.
El feto , ya desde el primer trimestre puede reaccionar a nuestros estados de ánimo, puede por ejemplo empezar a dar patadas cuando nos enojamos o preocupamos, pero no es que esto tenga un efecto perjudicial en él siempre.
De hecho es una manera de irnos conociendo, vinculando y mostrándoles el mundo.